Prolijo y limpio el encaje
bajo el percal de la saya
aparecía, si en misa
la dueña se arrodillaba;
y por la tarde, en el baile
al son de canto y guitarra
lucíalo en las “chilenas”
la randera tucumana.
Entre las manos ligeras
pasaba, sutil, la malla…
La aguja, en ella, al antojo
bordaba cosas soñadas…
y luego, piadosa y triste,
con randa altares ornaba
-para que el novio volviera-
la randera tucumana
(fragmento de la poesía “LA RANDERA TUCUMANA” de Amalia Prebisch de Piossek)
Silvina Amado