MELINA MOISE
“Centurias de Sortilegios”, ficciones hilvanadas sobre el gótico realista
Es la nueva novela de la escritora tucumana Melina Moisé.
“Las centurias más que una primera visión apocalíptica, futura o presente, me conduce al pasado de mi pueblo, épocas tumultuosas, donde la duda y la violencia arrincona el entendimiento; y sortilegios es lo sórdido no necesariamente irreal-sobrenatural, sino la hiperrealidad, esa morbosa visión de lo siniestro como el Pozo de Vargas o la batalla del Monte Longdon”, explica la escritora tucumana Melina Moisé, al referirse a su nueva novela Centurias de Sortilegios, que acaba de ser editada por el Fondo Editorial Aconquija del Ente Cultural de Tucumán.
La especialista en literatura gótica es Profesora en Letras de la Universidad Nacional de Tucumán; hizo el Postgrado en Lingüística UNT y Doctorada en Humanidades de la UNT (formulación de la tesis “Construcción del Gótico Contemporáneo, el Gótico andino”). Es también investigadora sobre la Literatura de suspenso gótica, con trabajos presentados en Argentina y en Latinoamérica; en Literatura Grecolatina, y de Terror Psicológico, con trabajos llevados a congresos y publicaciones varias. En la actualidad es docente del Nivel Medio Preuniversitario y Superior. Participó y coordinó múltiples antologías de textos de ficción y de investigación como “Diez cuentistas de Tucumán”, (1993) “Quijotadas” (2005) “Borgeando” (2006) y otras.
Tiene publicados los textos de suspenso y erotismo In cauda venenum (1995), Memorias del Abismo (2007), Antes del mordisco (2011), Seducción de antropófagos (2016), Misteralia (2018), entre otros títulos editados e inéditos, guiones teatrales y novelas gráficas.
“Las Centurias de Nostradamus (profecías), me sirvieron para dar título al libro. En el primer cuento corto, demás está decir que ya el mundo entraba en un cataclismo sanitario, y la inspiración me traía esta variable. Sin embargo, el bucear en la historia de nuestras tierras y sus estigmas “colas de cerdos” -parafraseando al gran García Márquez- me llevó a hilvanar ficciones, donde lo sórdido abría el panorama de un gótico realista: monstruos del Proceso militar, torturadores, patrones de estancias, el incesto, el feminicidio, asesinos seriales, el matriarcado, la Guerra de Malvinas, que se aunaban con los arquetipos de la vox populi del NOA; un gótico andino (el Farol del Diablo, el Familiar, concebido desde la mirada del deudor, la viuda negra (producto de patriarcado); el duende, la Salamanca, rituales de nigromancia. Y el vampiro (creencia trasvasada en la nomenclatura de la crónica policial, el sortilegio mismo). Por último cierra las Centurias, el hombre ya mutado en zombi, pero con la esperanza de un Novo Initio, después del cataclismo. La suma de temores, mis temores y los miedos ajenos en los horrores propios y universales”, explica la autora.
La especialista en literatura gótica cultiva el género hace más de treinta años. “Es una pasión que alucina mi mente, mi esencia desde pequeña. Un imán que mueve mis emociones al lado oscuro, siniestro, esa sensación tan natural pero misteriosa que es ‘miedo’”, dice y admite que muchos de los temas que surgen laceran su interior y por ello los lleva al papel, “desocultándolos”, pero no sin angustia.
“Mi búsqueda vital es que se justifique mi día, mis acciones, y sólo se logra cuando eliges hacer lo que te apasiona, lo que te lleva al estrecho límite de lo sublime, terrestre-celeste, eso es la escritura para mí, llegar al éxtasis. La vivencia de la que hablaba en malos términos Platón “el furor demencial”, nocivo para el filósofo, apasionante para la vivencia del artista en general.
La escritora destacó la nueva iniciativa del Fondo Editorial Aconquija. “Excelente iniciativa. Para algunos escritores noveles es el sueño de la publicación, de ver su primer hijo de las letras caminando firme; para otros con mayor trayectoria, significa la distribución y la pertenencia a un canon regional, sin las expeditivas luces de otros contextos. Hay que recordar El Siglo de Oro de Octavio Augusto en el (siglo I a de C), en que era política de estado el protectorado de artistas y escritores, y que constituyó el esplendor de la Cultura de Occidente.