SILVIA CAMUÑA

Charla con la escritora tucumana 

Cornucopia su última producción poética inspirada en su niñez, adolescencia y madurez, acaba de ser editada por el Fondo Editorial Aconquija.

“Para Lola y Amanda (así crezcan en la luz)”, dice el epígrafe de Cornucopia, el último poemario de Silvia Camuña (Fondo Editorial Aconquija – Ente Cultural de Tucumán) publicado recientemente. En esa síntesis está la expresión de un deseo, y también una definición que atraviesa el libro, vertebrado en “Flores”, “Frutos” y “Monedas”. 

Silvia Camuña es Profesora en Letras egresada de la Universidad Nacional de Tucumán; hizo el Posgrado en Lectura, Escritura y Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO); la Especialización Docente en Educación y TIC, Ministerio de Educación de la Nación.

Incursionó en diversos géneros. Tiene publicadas tres nouevelles: Miskimina (1998), Clademira y el vuelo y Relato en son para Mala (2013). Sus microrrelatos integran las antologías ¡Basta! (Cien mujeres contra la violencia de género, 2013) (2013), y Borrando fronteras (2014) de la editorial Macedonia. Publicó los poemarios Tumba do (2017) y Poemas del maravilloso ritual (2018) en la Editorial Huesos de Jibia.

Recibió, entre otras distinciones, el Premio Nacional Fundación Octubre (2002) con “Poemas del maravilloso ritual”; Primer premio “Tucumán con todas las letras” del Plan Nacional de Lectura (2009) con “Poemas de la montaña”. 

-¿Cómo se gestó Cornucopia? ¿En qué te inspiraste? 

Un mediodía de verano en que escuché el ensordecedor canto de los coyuyos por la ventana me trajeron la infancia como una flecha de olores y brillos que se clavó en mí. Así comencé a escribir la primera parte, “Flores”, un recorrido por la luminosidad y el miedo en la niñez, un desfile de seres se cruzó ante mí y quedaron en los versos, mezclados con la naturaleza, los olores, las imágenes de esa época de mi vida. Ser una niña me volvía una especie de caleidoscopio que atrapaba el mundo. Luego esa niña de la primera parte, crece y queda plasmada en la segunda parte del poemario “Frutos”, que habla del desamor, de las ausencias, de la incompletud, pero también del amor que salva, de ese que ha prendido como la planta de menta entre dos baldosas. En la tercera parte del libro, “Monedas”, ya la mujer se ha desplegado en todas las mujeres, y se duele de la muerte de sus hermanas, de la violencia sufrida, de los crímenes (cuyos titulares en los diarios sirven, en algunos casos, para titular los poemas). 

-¿Qué significado le diste?

El título del libro, “Cornucopia”, vino después, al final, cuando me di cuenta de la abundancia que transmitía, abundancia de vivencias, de colores, de sonidos, de olores, de sentimientos. La cornucopia (del latín cornu, ‘cuerno’ y copĭa, ‘abundancia’), también conocida como cuerno de la abundancia (en latín cornu copĭae), es un símbolo de prosperidad y afluencia que data del siglo V a. C. Está representado por un gran cuerno del que rebosan frutas, flores, monedas y toda clase de bienes y riquezas. De allí los títulos de las tres partes que tiene el poemario: Flores, frutos, monedas.

-Un fragmento de Cornucopia que lo defina 

Es difícil elegir un fragmento del libro que lo defina, porque tiene tres partes bien diferenciadas, que hablan de tres etapas de la vida. Quizás el epígrafe exprese un deseo, y también una definición que atraviesa el libro: “Para Lola y Amanda (así crezcan en la luz)”. Habla de dos niñas amadas, de dos sobrinitas, a quienes deseo una infancia como la que yo tuve, y también una adolescencia y una madurez con buenos augurios en un mundo tan duro como el actual, en el que, pese a todo, las mujeres, estamos abriéndonos camino. Dice un poema, casi al final del libro: somos una /arrastramos los pies/ los cencerros de la risa/ arrastramos/ los cuerpos /de las todas rotas/ y sus nombres/ somos de piedra/ pura y loca/ como los torbellinos.

-¿En qué medida influyen en tu poesía tus experiencias?

El libro se abre con una cita a Paco Urondo: “Cuando empecé a escribir poesía sentí que alguien silbaba a lo lejos, luego, a medida que seguían llegando los textos, el silbido estaba más cerca y un día supe que el que silbaba era yo”. 

Como poeta, escribo sobre lo que soy, claro que las experiencias marcan los temas y las etapas en la producción de la obra de alguien, pero no se escribe desde experiencias, es un proceso más profundo, es una forma de sentir el mundo, de vivir. Mi poesía influye en mi vida, es así que he logrado, también por la magia catártica de la palabra, redimir angustias, hacer conjuros para la soledad, elaborar duelos, y nombrar los estadios de paz. La palabra siempre me fue llevando sobre el mundo. 

-Una gran parte de tu vida la dedicás a la docencia y tenés proyectos innovadores donde confluyen la enseñanza y la escritura dirigida a los niños, ¿cómo fue experiencia en el Barrio Juan XXIII?

Como profesora en Letras siempre emparenté mi labor docente con mi rol de escritora, y difundí propuestas de innovación didáctica en escuelas, programas ministeriales, y centros culturales de la ciudad de San Miguel de Tucumán. La experiencia más reconocida es, en efecto, la publicación de la edición fanzine “VillaBom, el barrio al revés” en la Escuela Juan XXIII (2005- 2011), proyecto que recibió el Premio Nacional Vivalectura 2009 por el trabajo de inclusión que implicó, ya que ayudó a niñas/os y adolescentes, a construir sus identidades por fuera de los estigmas sociales.

Creo que la poesía, además de ser una forma de vivir, también es una militancia. A través de la escritura, las personas en situación de vulnerabilidad social pueden, al crear, situarse en otros roles que mejoran su autoestima, y también a través de lectura y escritura creativa, acceden a los bienes culturales. Actualmente promuevo en la Modalidad de Educación en Contextos de Encierro, la realización de talleres literarios y la publicación de fanzines, con los mismos objetivos que perseguía la revista VillaBom. 

En mi adolescencia decidí que sería escritora, por eso es muy importante para mí la difusión de talleres y proyectos literarios entre los jóvenes. Como parte de esa labor, también diseñé la propuesta Entrama, la poesía en la escuela, del Ministerio de Educación de la Nación (http://entrama.educacion.gob.ar/lengua-y-literatura/propuesta/la-poesia-en-la-escuela). Creo que, para pensar la poesía en la escuela, y en otros espacios educativos, es necesario reposicionarse como lector y considerarla como el complejo objeto estético que es. La modalidad de taller de escritura creativa es una metodología privilegiada para el trabajo con la literatura, donde el encuentro con el propio lenguaje puede llevarnos a descubrir vocaciones, y también, a nosotros mismas/os.