MARÍA NEGRONI

“No hay poesía sin pensamiento”

Conversar con ella es como tomar una clase de literatura, donde cada palabra, cada mensaje, tiene belleza y profundidad poética. María Negroni es rosarina, poeta, narradora, ensayista, docente, una de las más grandes referentes de la poesía y la literatura argentina y latinoamericana. Es doctora en Literatura Latinoamericana, dirige la Maestría de Escritura Creativa en la UNTRE. Su obra ha recibido distinciones como la Guggenheim o el Konex de Platino. Escribió: De tanto desolar, Elegía Joseph Cornell, Objeto Satie, Archivo Dickinson, Pequeño mundo ilustrado, Oratorio, y otros títulos.

La escritora cuenta que vivir en Nueva York fue decisivo para su formación cuando se instaló a los 30 años, dejando atrás una dictadura genocida, “fue como si empezara una segunda infancia”.

Algunas frases destacadas de la charla:
“Para escribir es imprescindible el desaprendizaje”.
“Si tenemos suerte la poesía nos permite abrir una fisura en las costras del uso”.
“La escritura  lucha “contra” las palabras para encontrar sentidos nuevos”.
“La poesía es siempre un misterio. Llega sin avisar y también se va sin avisar”.

-Comencemos por el principio, ¿por qué escribís? ¿Qué te lleva a expresarte a través de la escritura, qué es la escritura para vos?
Alguna vez escribí que la poesía es la continuación de la infancia por otros medios. En el poema es posible buscar el asombro, reconocerlo, profundizarlo. También es posible acercarse a las preguntas que importan, las que no tienen respuesta.

-¿En qué género te sentís más cómoda?
La cuestión de los géneros literarios no es algo que tenga importancia. Para mí, en la buena prosa, la poesía sigue estando cerquísima de sí misma. Los textos de ficción o ensayo que me interesan siempre están hablándole al lenguaje, no otra cosa hacen los poemas.

-Tus poemas, por caso “La ciudad nómade”, tiene casi la estructura de un relato breve, ¿qué sentís que saca la poesía de vos?
No lo sé. La poesía es siempre un misterio. Llega sin avisar y también se va sin avisar. En el interín, si tenemos suerte, logramos horadar esa capa petrificada del sentido común, abrir una fisura en las costras del uso, algo que nos permita entender un poco más esto que somos o que, tal vez, podríamos ser.

-¿Cómo es ese momento, tu momento, para encontrar la síntesis y la precisión?
Es difícil hablar del propio trabajo. Creo que esa búsqueda de la síntesis y la precisión tienen que ver en mi caso con una cuestión de ritmo. Todo escritor, toda escritora, tiene una música única y singular y, en mi caso, esa música pareciera querer evitar todas las distracciones de la anécdota, ir al hueso de las emociones y del pensamiento, si ambas cosas no son lo mismo.

-¿Te leés a menudo, solés ser implacable con tu escritura?
No, por lo general no me leo a mí misma. A veces, sin embargo, cuando se reedita algún libro o se publica en otro idioma tengo que volver a ese estado del que surgió la escritura y es siempre una experiencia fascinante y un poco dolorosa también. Una puede sentir el espesor de lo que estaba en juego cuando escribía ese libro, la cantidad de experiencia y desconcierto que hubo que atravesar para que el libro fuera posible.

– ¿Tenés poemas o novelas favoritas o no, de qué época son?
No hay favoritas. Cada libro es como un retazo o fragmento de vida y por eso es válido en sí, no puede compararse con lo que vino antes o vendrá después.

-¿Qué cambios advertís en tu escritura, según pasan los años?
Quizás un apuro por prescindir de lo que no tiene importancia, de ese fárrago de informaciones y comentarios sin sentido con que nos apabullan los medios, la televisión, las conversaciones banales que nos rodean todo el tiempo.

-¿Cuando leés a otros (escritores) qué buscas?
Lo mismo que busco al escribir.

-¿En qué aspectos de tu vida influyó tu experiencia en Nueva York?
En todas. La experiencia de vivir en NY fue decisiva para mi formación. Llegué allí a los 30 años, con mi primer libro publicado bajo el brazo (de tanto desolar), con dos niños pequeños y un proyecto de hacer un doctorado en Literatura. También llegué dejando atrás una dictadura genocida. La ciudad me deslumbró de inmediato. Todo en ella era, a la vez, horrible y hermoso, la escoria y los museos, el frío y la basura, las mezclas raciales y lingüísticas, lo reconocible y lo que no lo es. Pensé enseguida que estaba ante un catálogo fastuoso del Tercer Mundo. Nunca me sentí más viva, más absolutamente despierta. De algún modo, fue como si me hubieran abierto las puertas de una jaula, como si empezara una segunda infancia. Me movía por la ciudad como una inmigrante indocumentada de la cultura y era como si en cada esquina encontrara aspectos de mí que no conocía. 

-¿Cómo influyó en tu escritura?
Es muy difícil saber los modos en que opera la vida. También es difícil entender qué experiencias pueden ser propicias o determinantes frente al acto de la creación. Pero yo diría que vivir afuera de Argentina durante esos años me permitió aprender cosas que no hubiera aprendido quedándome en el país. Leí libros, vi obras de arte y sobre todo, pude medir la fiebre de una cultura diferente. Estar lejos me permitió también no estar tan atenta a los comentarios de los pares y a las miserias del medio literario. En una palabra, influyó dándome libertad para explorar y para perderme, sin tener miedo. 

-En Tucumán organizamos el Mayo de las Letras hace 17 años y vas a participar dando un taller avanzado de poesía, cuáles serán las claves para su desarrollo?
En este taller, trabajaremos sobre el proceso de desaprendizaje imprescindible para escribir. Me gustaría mostrar a los/as participantes de qué modos la escritura  lucha “contra” las palabras para encontrar sentidos nuevos (a sabiendas de que la peor convención es el lenguaje mismo). Me gustaría también sugerir que, contra lo que suele creerse, no hay poesía sin pensamiento.