El poeta salteño participará del Mayo de las Letras Digital:

Lejos de su tierra natal pero cercano en los afectos, el poeta Leopoldo “Teuco” Castilla recuerda, en una charla con el Ente Cultural, sus primeros pasos en la poesía, la época gloriosa de Salta de los años 60 y a sus amigos tucumanos.“El Universo es nuestra entidad más profunda”, dice con voz pausada y el cadencioso acento norteño que ni el largo exilio ni el paso de los años han cambiado.
Castilla tiene publicados los libros de poemas El espejo de fuego (1968); La lámpara en la lluvia (1971); Teorema natural (1991); Nunca (2001 - Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes), entre otros. Sobre su cuento La
redada se filmó el largometraje homónimo, dirigido por Rolando Pardo. Ha recibido premios nacionales e internacionales.
El escritor participará de la 16 edición del Mayo de las Letras Digital el próximo jueves 21 de mayo, a las 21 horas, por La Gaceta Play, en el programa de entrevistas que se emite por Canal 11 de CCC.

-¿Cómo descubrió la poesía?
-En realidad tuve la fortuna de nacer en la casa de un poeta (Manuel J. Castilla) y tener una biblioteca absolutamente nutrida de la poesía de todo el mundo. A las enseñanzas de mi padre y a una refinada sensibilidad de mi madre les debo el espíritu con el que me enfrenté a mis primeros versos. Primeros y malísimos versos. Escribí mis primeros poemas en diciembre de 1961, no me olvido, y desde entonces no he parado hasta ahora.

-¿Qué recuerda de su padre y su entorno?
-En mi casa se reunía la generación contemporánea de mi padre en unas celebraciones magníficas, donde sobresalían el ingenio, el talento, el estilo, la alegría y las ganas de crear, un espíritu creativo formidable.

-¿Cómo vivió la época gloriosa de Salta en los años 60?
-De esa generación heredamos cosas todos los de la generación siguiente, el sentido de la amistad y de la camaradería. En los años 60 estaban Walter Adet, Jacobo Regen, Miguel Ángel Pérez, Holver Martínez Borelli, Teresa “Kuky” Herrán y otros más jóvenes como Santiago Sylvester y yo, además de Benjamín Toro y Carlos Hugo Aparicio –gran prosista y poeta-. La lista es larga. Allí, en medio de ese fervor creativo donde estábamos reunidos
alrededor de una pasión insobornable por la poesía, y una autenticidad insobornable al escribir, fue creciendo una época que, como ocurrió en todo el país, se vio interrumpida por la ignominia de la dictadura militar en 1976. Pero ha dejado grandes frutos en esos nombres que he mencionado.

-¿Qué experiencias le quedan de su exilio?
-Estuve 21 años afuera, me exilié en julio del 76, y no creo que nadie pueda tener nostalgia de su exilio, pero sí tengo un gran amor y agradecimiento a España por haberme permito vivir, aunque tuve que hacerlo como podía. No
tenía medios, pero esa parte de la vida es mejor no volverla a esa memoria cuando hay tanto que hacer ahora en nuestro país y por su futuro.

-“El hombre es ciudadano del universo”, ¿cómo se aplica esa frase en su vida?
- Efectivamente somos un “bichito” que hemos caído en este planeta, que no sé por qué se lo disputan tanto con terribles consecuencias como la guerra y las nacionalidades que no son más que tribus, celosas del otro. El universo
donde estamos incluidos, donde está incluida toda la naturaleza, todo ese universo no es una patria, es nuestra entidad más profunda. Somos universo. Dicen que estamos hechos de polvo de estrellas.

-¿Cómo resuelve el actual aislamiento social? ¿Qué reflexiones tiene sobre ello?
-Esta época tan lamentable y tan preocupante, con tantas víctimas y tanto dolor, le sirve a uno para reflexionar sobre la solidaridad humana y sobre la imbecilidad humana, cuando vemos que hay presidentes como Trump o
Bolsonaro, esa suerte de mamarrachos y codiciosos que pueden mandar a la gente a la muerte por mantenerse en un silloncito, gente que llega al poder porque no tienen el poder de ser ellos sin el poder.

-Tiene familiares en Tucumán y amigos, ¿cuándo fue la primera vez que vino y qué impresión se llevó?
-Tengo de Tucumán guardados en la memoria hermosos recuerdos, porque allí fui a estudiar a los 15 años. Estudios que abandoné e hice alguna incursión por el periodismo. Dejé el derecho por la poesía. Allí estaban viviendo también Walter Adet y Jacobo Regen, poetas salteños y grandes amigos míos; y ahí me hice amigo de poetas tucumanos, maravillosa gente como Mario Romero - gran poeta-, Juan José Hernández -a quien ya conocía de antes- y Juan González. Después, el novelista y periodista Dardo Nofal, y gente como Remo Safarsi, músicos como Fernando Portal, el gran y cariñoso “Chivito” Valladares, El Pato Gentilini, Ángel Leiva -mi compadre-, el gran pintor
Gerardo Ramos Gucemas y el catamarqueño José Nieto Palacios. En fin, toda gente hermosa.
Allí también me casé, pero ahora quedan en esas tierras mi hija Soledad, sus hijos, mis nietos Rodrigo, Enriquito y Hernán, y el último vástago Benjamín (bisnieto). Ellos están sosteniendo como mi mejor legado esa tierra tan hermosa.
De Tucumán tengo la memoria de una época maravillosa, donde había una exacerbación apasionada por el arte y la poesía. Era la época de oro de la Fotia, y todo eso se mezclaba con una alegría maravillosa que tienen los
tucumanos y que los hace tan queridos en todos lados. Agradezco a Horacio Elsinger (Director de Letras de Tucumán) por la gentileza de invitarme.